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Título La flecha perdida

Nunca me han gustado las flechas, ni las de los indios, ni las de Cupido. Las primeras porque duelen y las segundas porque el bicho con alas que me ha apuntado tres veces, debería estar tuerto. O pedo. Dicen que una flecha perdida es como una de esas tres cosas que nunca deberían perderse porque ya nunca regresan a su destino: el tiempo, las palabras y las oportunidades. Podremos lanzar otra, pero esa… nunca será la misma. Pensaba en alto en la cantidad de flechas que se pierden, la alegría, las ganas de disfrutar de las pequeñas cosas, el entendimiento, la curiosidad, la honestidad… ¡madre mía! Son muchas las cosas que vamos perdiendo, que nos obligan a perder, que nos roban, o que abandonamos porque creemos que ya no nos son necesarias. Por eso me gusta escribir, una hoja en blanco es como una gran diana donde apuntar con palabras, unas llegan a su destino y otras, como las flechas, acaban perdidas, pero al menos queda la posibilidad de haber acertado. Aunque hay una...

Título La Vecina Asesina

Foto: Pixabay Olía en el ambiente a verbena, canela y naranja, tan ricooo. Te entraban ganas de meter un mordisco al aire, como si con ello recuperaras vida. Todas las mañanas me recreaba en olores diferentes a café recién hecho, chocolate caliente, pan horneado. Cogía fuerzas para mí dura etapa diaria, ser comercial a puerta fría no es fácil, unas veces te tratan a patadas y otras te sonrein a carcajadas. Cuando pateas las calles descubres que el rango de normalidad que tenías de fábrica en tu cabeza varía notablemente, ni el loco es más loco que el de al lado, y normal - anormal se dan de la mano y a veces hasta te sonríen juntos haciendo un buen equipo. Mi vida era andar, aporrear puertas, y gastarme dinero en el dentista para tener siempre una dentadura perfecta, los trajes les hacía combinaciones estratégicamente para parecer que tenía varios, vamos una vida básicamente aburrida, leía revistas expertas en economizar, quedaba con gente ...

Título La Maceta de lunares azules

— ¡¡¡ Ole, ole, y olee !!! — repetía Margarita, escuchando su emisora, se le ponían los pelos como escarpias cuando cantaba su coplera preferida. Tenía su ritual todas las tardes, a las seis, su radio, su café con leche y unos churritos, para hacer la tarde más alegre. Le daba "mucha caló", pero le encantaba su sabor y no le importaba estar a más de 34 grados, ella a su cita de por la tarde no faltaba, y entre mordisco y mordisco, Margarita se cantaba. Con tales sofocos, Margarita, abría la ventana, mientras tanto ojeaba, a las vecinas que hablaban, luego hacía que regaba, y su mirada fue directa, a la ventana de la nueva...

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