La palabra se quedó flotando en el aire y se deslizó por mis manos sudorosas, sintiendo el latido intenso de su corazón en una de esas dañinas crisis de pánico.
— No le des vueltas, Jean — repetí — sólo tienes miedo a volar.
— ¡Pero quiero ser piloto! Bela, yo no puedo tener miedo a volar — su voz se perdía hasta estamparse contra la pared.
— Tranquilo, Jean, todas las personas tenemos miedo a algo.
— ¿Todas?
— Sí, Jean, curiosamente las más controladoras son las más temerosas a lo que se les escapa a su control.
Miraba su cara, entre incrédulo y desconfiado, mientras acariciaba sus manos de hombre ya adulto sintiendo el temblor de una infancia protegida que gritaba a voces calladas.
— Somos humanos y el miedo es una condición que siempre nos acompaña. Es un simple mecanismo de defensa, frente a un peligro, llámalo precaución. Si no lo sintieras serías un temerario. Pero piensa una cosa mañana cuando estés en tu cabina.
— ¿Cuál?
— ¿Qué es la vida sin alegría? ¿Y sin felicidad? O sin dolor, o sin miedo ¿No es acaso la Vida, un compendio de sensaciones por vivir? Te aseguro, Jean, que cuando llegues a tu destino, la vida te regalará todo un mundo de sensaciones agradables por vivir. Y el miedo… se esfumará.
Cuando repitas tu viaje una y otra vez, encontrarás pasajeros también presos del miedo, pero tu eres importante, gracias a tí, ellos podrán tener nuevos momentos cargados de vida, y tú habrás contribuído con tu destreza como piloto a que disfruten de sus destinos, y a que también lo venzan y sean un poco más fuertes cada día. Tu miedo te hará cada día más cauteloso, más importante, y será siempre tu aliado, Jean.
— Debo irme, Bela, embarco en 10 horas hacia Bombay y nadie debe saber que me aterra volar. ¡O no me darán mi primer trabajo! Y tengo muchos pasajeros a quien conducir por todo el mundo.
Esta noche, agarrada a mi almohada, también sentí miedo, miedo a fracasar mañana, miedo a que me ataquen, miedo a que me despidan, miedo a que me acosen, miedo a verme en la calle, miedo a que mi madre muera, miedo frente al dolor y al sufrimiento, miedo a la desconocido.
Según me dejaba atrapar por las sensación de terror me daba cuenta que todos estamos llenos de ellos, quizás por eso consentimos ser cada día más esclavos a cambio de sentirnos protegidos, creyendo las promesas de seguridad en un mundo irreal donde el miedo y el dolor no existen, pero es mentira.
Siempre estamos expuestos a una causa que nos desestabilice. Los miedos hay que vencerlos. Y nos persiguen toda la vida. Lo único que podemos hacer es felicitarnos, si conseguimos reducirlos, aunque sea poco a poco, porque ganaremos en confianza en nosotros mismos.
Cerré los ojos, recordaba las terroríficas horas que tuve que pasar frente al tribunal que debía juzgar mi trabajo de fin de carrera, y que me abriría las puertas a esto que sigo haciendo ahora, educar.
Treinta años después, pienso que sentir miedo no es algo extraño, al contrario, es común y sano.
Porque estamos vivos. Lo anómalo es no sentirlo.
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"El piloto que tenía miedo a volar"
Escribe: Martin´s - 10/02/2017
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"Titúlalo" © Taller de escritura creativa
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