Título La Maceta de lunares azules



— ¡¡¡ Ole, ole, y olee !!! — repetía Margarita, escuchando su emisora, se le ponían los pelos como escarpias cuando cantaba su coplera preferida.

Tenía su ritual todas las tardes, a las seis, su radio, su café con leche y unos churritos, para hacer la tarde más alegre.

Le daba "mucha caló", pero le encantaba su sabor y no le importaba estar a más de 34 grados, ella a su cita de por la tarde no faltaba, y entre mordisco y mordisco, Margarita se cantaba. Con tales sofocos, Margarita, abría la ventana, mientras tanto ojeaba, a las vecinas que hablaban, luego hacía que regaba, y su mirada fue directa, a la ventana de la nueva...


 — Jesú... qué cortinas más modernas tiene la nueva, y la cocina parece que la tiene apañá, ayyy que floreee, ijaputa que colores tiene , acaba de llegar y ni se las seca ni ná, qué mano la jodía. 

Cuando sus ojos de repente se abrieron como platos

 — ¿¿¿¿y esaaa maseta??? pero si lleva lunares y la tía ni es flamenca ni es ná, que la visto yo y tiene una cara de sossaa y tonta, por que seguro que es muu tonta, ijaputa y ¿donde habrá comprado la maseta? que no es por envidia ni ná, pero yo quiero una igual.


Margarita seguía su ritual todas sus tardes igual, su cafelito, sus churros, y su cante, ayyy pero algo la reconcomía cada vez que se asomaba a la ventana... la macetita, tan bonita con sus lunares azules y sus claveles rojos, y se repetía ella para sus adentross (ijaputaaa) yo quiero una.

Un día se marchó de paseo a buscarse una igual, recorrió floristerías, tiendas varias, hasta a su hijo le engañó  para ir al "Nikea" para recorrer sus pasillos que seguro que la nueva no sale de aquí, pero su gozo en un pozo, nada encontró.

Y pasó otra y otra tarde y a Margarita se le estallaban los ojos y algún botón por que ya no controlaba la ingesta de churros y encima no le salían los gorgoritos, ni encendía la radio ni ná, obsesioná perdía con la ventana, la vecina y LA MACETA DE LUNARES AZULES, que resulta que ya no había dos, que había media docena, ¿cómo puede ser, si en este barrio, ni el mercado, ni el nikea ni ná de ná? Así que decidió llamar a la puerta, no se la había ocurrido antes presentarse...

 — ¡Ding dong! — y pensaba mientras tanto ( pues vaya mierda de timbre pues no suena simplón) mientras se abrió lentamente la puerta, apareció una chica morena con el pelo largo, lacio, cubierto con una cinta, llena de barro y pintura (Margarita y su cabeza hablaba sola... y encima perro flauta) mientras la miraba de arriba abajo y sonreía y la decía bienvenida al barrio vecina!! y la empujaba un poquitito para poder ojear mejor.

Y sus ojos se abrieron como platos al ver macetas con lunares por todos lados y un artefacto raro, la nueva vecina le dijo:

 — ¿Le gusta la artesanía? este es mi aparato de hacer barro, ¿nunca había visto uno? tenga, no sé si le gustará pero le regalo una maceta, me encanta hacerlas, son un éxito por internet!! qué tal le parece ésta de lunares azules, no sé si ¿será de su agrado?

 Margarita llena de fascinación le dijo

 — Pero qué maja eres ¿Quieres unos churrros?



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"La Maceta de  lunares azules"
Escribe: La Mademoiselle Antique - 13/02/2017

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"Titúlalo" ©  Taller de escritura creativa

Comentarios

〰️@®+! ~ ha dicho que…
Ays por Dios, yo quiero una maceta como esa!!!!!
Me encanta el relato jajajajajaja. buenísimo!!!! ajjajajajaa me imagino a la Margarita y tela marinera , vaya vecina... PERFECTO!